lunes, 19 de enero de 2009

Noche de mil pasos hasta la puerta

Es de noche, el interior de un antiguo edificio que no tiene ventanas esta igual de oscuro que el cielo, en penumbras. La tipa va adelante mío, tiene como una enfermedad o algo así, yo la sigo, pero, ¿por que la sigo?
Solo voy atrás, porque solo trato de subir esa escalera, en la que estoy parada, pisando los escalones de mármol blanco, fríos, grandes, que inducen a pensar que el lugar es importante, o lo fue en otro tiempo, un antiguo castillo de la aristocracia, de la epoca de las luces, pero ahora los escalones apenas se ven, porque todo esta oscuro, muy oscuro. A la izquierda una gran pared, infinita. A la derecha, el vacío, de inmensa oscuridad, espacio que excede toda consideración humana, pero que acaso me deja ver, o sentir, formas de gente, o de almas. ¿O las ve solo ella? sí. Se que ella las ve, la atormentan, le hacen mal, les grita, los echa, se queja. Y yo no soy ella.
Me gustaría poder describir a esa mujer, pero va tan rápido, todo esto es tan misterioso. Solo alcanzo a verle la espalda, a lo lejos, su cuerpo enteramente cubierto por una túnica. Sus movimientos se asemejan a un comportamiento irracional, de bestia, de animal buscando su presa, los pies dan pasos largos que suben de a tres escalones. Yo no soy nada. Me gustaría saber su nombre, ¿tiene nombre?, por momentos pienso que es una presencia irreal, pero no tengo tan buena imaginación, asi que rápidamente desecho esa teoría.
La escalera no se termina, podría decir que hace horas que estamos acá, ella y yo, tan distantes. La tipa parece volverse loca, está alterada, impaciente, grita, esta ahí, a la vez que es como de otro lado. Yo no se que hago aqui, pero sigo subiendo, no pierdo la calma, me concentro en subir, no tengo miedo, o al parecer lo controlo. No tendría por qué alterarme, es fácil, tengo que llegar arriba, a una puerta, solo eso. Estoy tranquila, y además soy valiente. Pero los gritos son cada vez más fuertes. Aahhaaaa, ajiiiiijhaaaa, ahíja, aguijaaaaa. La voz retumba en cada escalón y se pierde a un costado, como si se la tragara el vacío, donde parece estar dirigida. Finalmente la tipa pierde el control, ya no aguanta los tormentos, esas cosas que ve. Los gritos que no son de ella.
Repentinamente saca un cuchillo de entre sus túnicas, empiezo a preocuparme, pienso que esto no me puede estar pasando, pienso que esto es todo un engaño, pienso que estoy loca.
La tipa para y se da vuelta, justo en un descanso de la escalera. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo, el lugar se vuelve helado, se paraliza. En ese momento congelado le veo la cara, debo estar ya muy nerviosa, porque solo distingo unas manchas de color, negro, marrón y rojo, y unos ojos, mojados y penetrantes, unos cuantos dientes partidos. Trato de evitar su mirada. Creo que yo tengo otro cuchillo, que había estado ocultando todo este tiempo bajo mi camisa, esa casualidad me tranquiliza. Enfrento mi cuchillo al de ella, casi sin quererlo. El lugar sigue envuelto en penumbras, los murmullos del más allá se vuelven más etéreos, pero en un instante al tocarse los cuchillos, conecto con la paz, esa paz que parecía estar escondida en algún lugar de mi cuerpo. Lo siento en nuestros rostros invisibles de la pelea. En el calor que despiden los líquidos de los cuerpos prontos a expirar.
Los escalones se hacen luz por un instante, pronto nos volvemos parte del vacío. Un cuerpo desparramado en el suelo. Sangre.