martes, 2 de mayo de 2017

Tiempo

Cuando pienso en el tiempo que pasó tengo esa sensación de que el tiempo no se puede sujetar, no se puede ni siquiera pensar. Me parece que es un carretel imparable que veo pasar, con la angustia de andar corriendo detrás y nunca llegar, a ese lugar donde ya debería estar, y no puedo de tanto pensar.

Un sueño parecido a la meditación


Iba andando yo por una corriente de agua que me llevaba y en la que nadaba. Me conducía como una autopista en la que yo intentaba no sucumbir. Era un camino obligatorio y continuo.
Repentinamente el agua empezó a elevarse a mi derecha, como una ola gigante, y se transformó en una pared que yo pensaba no poder trepar, corriendo el peligro de caer al precipicio, de ahogarme. Al ver esa especie de montaña de agua, confundida, me parecía que ese camino se volvía imposible, me iba a derrotar. Finalmente, dejándome llevar, como viajando en un embudo llegue sana y salva a un lugar.
El camino se detenía, llegaba un momento clave, yo tenía que accionar un mecanismo increíble, que me teletransportaria:
Tenía que quedarme quieta en un cubículo y detener o fijar mi mirada en un punto (alguien me daba instrucciones); con la concentración adecuada yo me haría invisible y literalmente desaparecería de aquel lugar, apareciendo en otro. Eso me daba mucha inquietud e incluso desconfianza. Pero tenía que salir bien, mi acción era mental, casi una inacción, olvidarse del cuerpo, desintegrarme y llegar a ese otro lugar, del que seguro también me tendría que ir..