viernes, 26 de junio de 2009

Gravedad

Cada vez que me despertás tiemblo. Cada vez que hacés ese sonido, neurótico, lleno de caras, caras diferentes a la tuya que se suceden flotando en el sentido de las agujas del reloj formando un círculo. Es imposible no quedar pegada a la cama un rato más, mientras me preguntas por qué es que no uso debidamente los acentos, y yo balbuceando te digo que a mi no me importan nada los acentos pero que lo voy a hacer, sólo por vos, sólo para darte el gusto. porque después de todo vos sos tan bueno. Y todas esas cartas que te mandé las reescribiría con los acentos bien puestos solo para hacerte feliz, para que quedes conforme más bien, ya se que no te gusta que use la palabra feliz así porque sí. Pero lo somos, o no? Un poco lo somos cuando yo estoy durmiendo y vos me mirás. Después cuando desapareces nos sentimos tan solos, no me digas que no, vos también te sentís solo. Vos no te das cuenta que me mandás esa energía, y lo negás, siempre te empeñaste en negar lo de la energía, lo de las señales. Pero siempre que volvés y te encuentro parado en la entrada de casa, tus ojos me atraviesan, y con tu cuerpo te gustaría aplastarme hasta el fondo de la gravedad. Hacerme desaparecer por no hacerte caso, por no escribir bien, por todas esas cosas que te vivo diciendo desde que me conocés. Si estuvieras cuando estoy escuchando eso de las cosas horribles que no son ciertas, me comprenderías. No soy mala en el fondo, te quiero. Vení, vení y acostate conmigo. No me despiertes todavía.

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