martes, 16 de junio de 2009

Mapita

Mirando con lupas el suelo, veiamos la tierra y el verde de pastitos infimos surcados por hormigas invisibles que formaban caminitos, puntitos como pequeños frutos rojos, comidos a medias por el señor Nº 1. todo tan diminuto, que parecería una incoherencia, pero se veia aun mas pequeño con la lupa. ¿O seria que la estabamos poniendo al reves? En ese diminuto mapa estaban las respuestas: un pedacito del suelo que contenia un mundo debajo. Un trozo de corteza, como si hablara de Tucuman cuando lo vemos en el mapa, con linea punteada y todo. Los examenes y los profesores abundaban en Tucuman, pero aqui habia un profesor desenmascarado y varias preguntas a responder en forma casi automática. Respuestas que él mismo me soplaba, atribuyendolo a que yo era buena alumna, pero la verdad era un cierto sex appeal que teniamos. Un pastito mas y una respuesta, la cinco, a cambio de un pastito menos, una pequeña raiz quemada: mi mirada aumentada por la lupa generaba ese efecto que a veces tambien genera el sol, se vuelve rayo y cualquier ser vivo se desintegra, pero antes me da una respuesta. esa era la gracia, y asi pasabamos muchos de nuestros instantes, cerca o lejos del aula donde aprendiamos y entendiamos un nuevo cuento. Un poco mas de atraccion sexual. Un beso robado y a escondidas. Me sometia, me mantenia en una silla, atada con unas vendas blancas en las manos y en la cintura, obligada a dar examen, besandonos. a mi no me importaba. la boca roja, maquillaje que quedaba en su piel afeitada. un poco de locura y otra pregunta. un pasto menos, mas hierba en nuestros conductos nasales, un poco más abierto el cerebro. afuera del aula, en la calle, algunos personajes andaban en auto, varios ex-novios buscando un lugar para una fiesta, para comer un poco de torta de esas que sirven en los casamientos. Con el secreto e inconciente deseo de ser profesores. de besarme una vez mas a cambio de una respuesta, de un pasto menos en la tierra, sacrificio de los ignorantes. Sin saberlo se hacían presas fáciles de las hormigas, tan pequeñitas como invisibles, que ellos no alcanzan a ver con sus ojos tan torpes, al querer posar sus grotescos dedos para arrancar un pastito, disimulando que es lechuga para sus tortugas.

2 comentarios:

El hombre cartuchera dijo...

Encontré este cajón vacío y no pude hacer otra cosa que dejar un alicate, que lo disfrutes.

Annya dijo...

era justo lo que necesitaba..