Te odio. y ojalá te mueras pronto.
Hey, no digas eso...
lunes, 27 de julio de 2009
-Voy a dejar de dibujar ángeles.
-Vos sos un ángel.
-Ángeles en las paredes, en el techo, en los vidrios, en el aire. Odio a esos ángeles que aprendí a dibujar en el aire, con humo, con reflejo de las luces que conforman la silueta. Hasta de sombra forme los ángeles que ahora odio. La habitación se me inundo, la puta que lo parió, de ángeles que siguen flotando estúpidos como mis ojos en el medio de la oscuridad. De colores o de agua, me repugnan.
[Mama, yo sé que sos buena, ¿Por qué hablas así? Vos me decías que éramos ángeles. Y yo era feliz. Ahora no quiero jugar ni ver a nadie, mama, ¿por qué estas mala?]
- Si sos mi angel, o mi diablo (que es lo mismo). Que son hermosas esas figuras delicadas que dibujás. Fumando o con sudor en las manos, repleta de vino en la garganta, de todas las maneras te salen bien.
Perfecta en el monte Sinai, aún recuerdo cuando te vi borracha tratando de bajar y gritando, profiriendo los mas raros insultos que combinabas con tus ojos de odio pero tan suaves, y tu boca abierta formando una figura, como de un ángel. Fue hace tanto. Todo eso porque te habían dejado, porque un hombre trotamundos te besaba y te dejaba, y a vos no te importaba, pero te gustaban tanto sus zapatos. Y yo te entendí tan rápido, porque a mi también me gustaban sus zapatos, y te llame ángel y me miraste con cara de fakiu, y te alejaste tambaleando.
-Tocan el timbre y tengo que cortar. Y después borrar todas estas manchas en las paredes, estos angelitos que ya están rabiosos y desfigurados muestran los dientes. Y el departamento se cae a pedazos, hay grietas en el techo, y mi repisa de madera debajo de la ventana está repleta de hormigas negras que cada tres semanas ponen sus huevos en un agujerito que hay en el yeso. Después resulta que yo tengo que limpiar todo ese liviano montoncito de porquería, de bulbos abiertos que ya cumplieron su propósito reproductivo.
-Vos sos un ángel.
-Ángeles en las paredes, en el techo, en los vidrios, en el aire. Odio a esos ángeles que aprendí a dibujar en el aire, con humo, con reflejo de las luces que conforman la silueta. Hasta de sombra forme los ángeles que ahora odio. La habitación se me inundo, la puta que lo parió, de ángeles que siguen flotando estúpidos como mis ojos en el medio de la oscuridad. De colores o de agua, me repugnan.
[Mama, yo sé que sos buena, ¿Por qué hablas así? Vos me decías que éramos ángeles. Y yo era feliz. Ahora no quiero jugar ni ver a nadie, mama, ¿por qué estas mala?]
- Si sos mi angel, o mi diablo (que es lo mismo). Que son hermosas esas figuras delicadas que dibujás. Fumando o con sudor en las manos, repleta de vino en la garganta, de todas las maneras te salen bien.
Perfecta en el monte Sinai, aún recuerdo cuando te vi borracha tratando de bajar y gritando, profiriendo los mas raros insultos que combinabas con tus ojos de odio pero tan suaves, y tu boca abierta formando una figura, como de un ángel. Fue hace tanto. Todo eso porque te habían dejado, porque un hombre trotamundos te besaba y te dejaba, y a vos no te importaba, pero te gustaban tanto sus zapatos. Y yo te entendí tan rápido, porque a mi también me gustaban sus zapatos, y te llame ángel y me miraste con cara de fakiu, y te alejaste tambaleando.
-Tocan el timbre y tengo que cortar. Y después borrar todas estas manchas en las paredes, estos angelitos que ya están rabiosos y desfigurados muestran los dientes. Y el departamento se cae a pedazos, hay grietas en el techo, y mi repisa de madera debajo de la ventana está repleta de hormigas negras que cada tres semanas ponen sus huevos en un agujerito que hay en el yeso. Después resulta que yo tengo que limpiar todo ese liviano montoncito de porquería, de bulbos abiertos que ya cumplieron su propósito reproductivo.
jueves, 9 de julio de 2009
Capítulo suelto
-¿Con cual de tus caras estoy hablando? Le decía Anne a Ralph, -siento que me mirás y te conozco, pero no sabría determinar la mitad de tu mirada que me pertenece en este instante. –Es toda, mi mirada es una, aunque no lo creas. (Silencio) Anne siempre esperaba algunas palabras más que no llegaban, era como un juego, como si él supiera que ella con solo preguntar se figuraba una respuesta, que muy probablemente era la acertada, porque se conocían bien. Y no se cuidaban, nunca se cuidaron.
La mayoría de la gente tenía miedo de dudar y ver las cosas por la mitad. Si andaban por el parque y se besaban no se lo preguntaban, simplemente sabían que se amaban y que no podrían vivir el uno sin el otro, que se irían de luna de miel y visitarían parejas de amigos recién casados. Repitiendo las palabras dulces todas las mañanas, y los legados románticos desfigurados que la gente apropió como sus sentimientos de todos los días mientras escuchan algún suplicio de algún cantante centroamericano en la radio que configura ese amor ridículo de dependencia y flores y alegría. “Me levanto y pienso en ti, oh si…” y otras frases igual de previsibles, junto con un par de mensajes mandados desde celulares, mintiendo, como siempre, mintiéndose. Los amantes son tan honestos, darían la vida si es que su amor se cae al río, y lo querrían igual mojado, una vez rescatado y vomitando peces contaminados, con hojalatas oxidadas en la cabeza. Llena de palabras su boca, como arcoiris que flotan en la brisa de la distancia que los separa, que son diez centímetros y que pronto borraran al acercarse con un beso baboso e interminable que se darán en la entrada del subte, mientras la gente pasa pensando en sus propias porquerías, y una chica de tapado y ojos tristes los ve y le repugna el movimiento de los cuerpos y las bocas enviciadas. Todo porque son ciegos. Anne no era así, solo se vendaba los ojos de vez en cuando, y por eso hacía tantas preguntas, y por eso era tan interesante y magnética con ciertas personas que la querían llevar a la cama. Solo unas pocas, las demás la encontraban aburrida y estúpida, porque se negaba a bailar la conga.
Desde las alturas, Ralph intentaba sacar fotos y eludir una pregunta más sobre la cantidad de las caras que mostraba. Le impresionaban las nubes moviéndose y formando figuras que Anne le señalaba con la punta de un dedo frío y él no tardaba en encontrar. Ya habían subido cuarenta metros, y faltaban solo nueve para llegar a la cima del faro, a la cual nunca llegarían por un molesto dolor de estómago de Ralph y las consiguientes ganas de vomitar de ella. Igualmente se besaron para creerse un poco más cercanos, bajaron tropezando con grupos de niños que subían atolondrados, y sus cabezas no dejaron de pensar en todo el camino de vuelta lleno de melodías de rock, de pensar en lo inútil de todo ese viaje.
La mayoría de la gente tenía miedo de dudar y ver las cosas por la mitad. Si andaban por el parque y se besaban no se lo preguntaban, simplemente sabían que se amaban y que no podrían vivir el uno sin el otro, que se irían de luna de miel y visitarían parejas de amigos recién casados. Repitiendo las palabras dulces todas las mañanas, y los legados románticos desfigurados que la gente apropió como sus sentimientos de todos los días mientras escuchan algún suplicio de algún cantante centroamericano en la radio que configura ese amor ridículo de dependencia y flores y alegría. “Me levanto y pienso en ti, oh si…” y otras frases igual de previsibles, junto con un par de mensajes mandados desde celulares, mintiendo, como siempre, mintiéndose. Los amantes son tan honestos, darían la vida si es que su amor se cae al río, y lo querrían igual mojado, una vez rescatado y vomitando peces contaminados, con hojalatas oxidadas en la cabeza. Llena de palabras su boca, como arcoiris que flotan en la brisa de la distancia que los separa, que son diez centímetros y que pronto borraran al acercarse con un beso baboso e interminable que se darán en la entrada del subte, mientras la gente pasa pensando en sus propias porquerías, y una chica de tapado y ojos tristes los ve y le repugna el movimiento de los cuerpos y las bocas enviciadas. Todo porque son ciegos. Anne no era así, solo se vendaba los ojos de vez en cuando, y por eso hacía tantas preguntas, y por eso era tan interesante y magnética con ciertas personas que la querían llevar a la cama. Solo unas pocas, las demás la encontraban aburrida y estúpida, porque se negaba a bailar la conga.
Desde las alturas, Ralph intentaba sacar fotos y eludir una pregunta más sobre la cantidad de las caras que mostraba. Le impresionaban las nubes moviéndose y formando figuras que Anne le señalaba con la punta de un dedo frío y él no tardaba en encontrar. Ya habían subido cuarenta metros, y faltaban solo nueve para llegar a la cima del faro, a la cual nunca llegarían por un molesto dolor de estómago de Ralph y las consiguientes ganas de vomitar de ella. Igualmente se besaron para creerse un poco más cercanos, bajaron tropezando con grupos de niños que subían atolondrados, y sus cabezas no dejaron de pensar en todo el camino de vuelta lleno de melodías de rock, de pensar en lo inútil de todo ese viaje.
martes, 7 de julio de 2009
Rayuela - cap 21..
[...]
Crevel desconfía y lo comprendo. Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.
[...]
Crevel desconfía y lo comprendo. Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.
[...]
martes, 30 de junio de 2009
viernes, 26 de junio de 2009
Gravedad
Cada vez que me despertás tiemblo. Cada vez que hacés ese sonido, neurótico, lleno de caras, caras diferentes a la tuya que se suceden flotando en el sentido de las agujas del reloj formando un círculo. Es imposible no quedar pegada a la cama un rato más, mientras me preguntas por qué es que no uso debidamente los acentos, y yo balbuceando te digo que a mi no me importan nada los acentos pero que lo voy a hacer, sólo por vos, sólo para darte el gusto. porque después de todo vos sos tan bueno. Y todas esas cartas que te mandé las reescribiría con los acentos bien puestos solo para hacerte feliz, para que quedes conforme más bien, ya se que no te gusta que use la palabra feliz así porque sí. Pero lo somos, o no? Un poco lo somos cuando yo estoy durmiendo y vos me mirás. Después cuando desapareces nos sentimos tan solos, no me digas que no, vos también te sentís solo. Vos no te das cuenta que me mandás esa energía, y lo negás, siempre te empeñaste en negar lo de la energía, lo de las señales. Pero siempre que volvés y te encuentro parado en la entrada de casa, tus ojos me atraviesan, y con tu cuerpo te gustaría aplastarme hasta el fondo de la gravedad. Hacerme desaparecer por no hacerte caso, por no escribir bien, por todas esas cosas que te vivo diciendo desde que me conocés. Si estuvieras cuando estoy escuchando eso de las cosas horribles que no son ciertas, me comprenderías. No soy mala en el fondo, te quiero. Vení, vení y acostate conmigo. No me despiertes todavía.
martes, 16 de junio de 2009
Mapita
Mirando con lupas el suelo, veiamos la tierra y el verde de pastitos infimos surcados por hormigas invisibles que formaban caminitos, puntitos como pequeños frutos rojos, comidos a medias por el señor Nº 1. todo tan diminuto, que parecería una incoherencia, pero se veia aun mas pequeño con la lupa. ¿O seria que la estabamos poniendo al reves? En ese diminuto mapa estaban las respuestas: un pedacito del suelo que contenia un mundo debajo. Un trozo de corteza, como si hablara de Tucuman cuando lo vemos en el mapa, con linea punteada y todo. Los examenes y los profesores abundaban en Tucuman, pero aqui habia un profesor desenmascarado y varias preguntas a responder en forma casi automática. Respuestas que él mismo me soplaba, atribuyendolo a que yo era buena alumna, pero la verdad era un cierto sex appeal que teniamos. Un pastito mas y una respuesta, la cinco, a cambio de un pastito menos, una pequeña raiz quemada: mi mirada aumentada por la lupa generaba ese efecto que a veces tambien genera el sol, se vuelve rayo y cualquier ser vivo se desintegra, pero antes me da una respuesta. esa era la gracia, y asi pasabamos muchos de nuestros instantes, cerca o lejos del aula donde aprendiamos y entendiamos un nuevo cuento. Un poco mas de atraccion sexual. Un beso robado y a escondidas. Me sometia, me mantenia en una silla, atada con unas vendas blancas en las manos y en la cintura, obligada a dar examen, besandonos. a mi no me importaba. la boca roja, maquillaje que quedaba en su piel afeitada. un poco de locura y otra pregunta. un pasto menos, mas hierba en nuestros conductos nasales, un poco más abierto el cerebro. afuera del aula, en la calle, algunos personajes andaban en auto, varios ex-novios buscando un lugar para una fiesta, para comer un poco de torta de esas que sirven en los casamientos. Con el secreto e inconciente deseo de ser profesores. de besarme una vez mas a cambio de una respuesta, de un pasto menos en la tierra, sacrificio de los ignorantes. Sin saberlo se hacían presas fáciles de las hormigas, tan pequeñitas como invisibles, que ellos no alcanzan a ver con sus ojos tan torpes, al querer posar sus grotescos dedos para arrancar un pastito, disimulando que es lechuga para sus tortugas.
lunes, 15 de junio de 2009
Hubo una epoca en que Leo -de Leonarda o Leonardita para los que sabían que era una
niña- salía a pasear en bicicleta todos las tardes que iba a la casa de sus abuelos. La bicicleta era nueva, y ella se sentía salvaje a su manubrio, poruqe era una bicicleta de varón. El paseo consistía en andar por la vereda de la cuadra; mayormente primero hacia la izquierda, donde estaba la casa de los vecinos gallegos y un poquito más hasta llegar a la esquina, y luego la vuelta atravesando las veredas de los vecinos de la derecha, pero nunca cruzaba la calle. Lo más divertido eran las bajaditas en pendiente que habia entre una vereda y otra, y las que estaban todas poceadas y habia que maniobrar con astucia para no caerse de boca al piso y romperse alg´n diente o en el mejor de los casos ensusiarse toda la ropa de tierra. cuando se entusiasmaba Leo se animaba a dar la vuelta a la esquina y llegar hasta lo del almacenero Eugenio. Todos los vecinos eran gente grande, como los abuelos, o mayores, pero Leo se les quedaba a hablar de vez en cuando,con cierto pesar, porque ellos que no tenían nada que hacer le daban charla. con respecto a los niños, Leo siempre los veía mayores que ella, sin saber exactamente la edad que tenían, y prefería no hablarles. A veces cruzaban miradas, o alguna que otra palabra que simulaban tirar al aire y que distraidamente caía en los oidos más proximos que eran los de Leonarda, y ella devolvía también al aire, y se cruzaban las bicis sin chocarse y cada uno seguía su camino. La mayoría eran varones, y Leonarda se comportaba como una nena aunuqe tuviera la bicicleta de las tortugas ninjas y se dirigiera con velocidad. Así iba de aca para alla, con su reducido recorrido, en el que siempre encontraba algún detalle nuevo en las baldosas, algún pozo nuevo, o hacía diferentes derrapes por la tierra que llenaban el aire de polvo. Pocas veces se caía, a pesar de la gran velocidad que tomaba, y nunca se llevó por delante ningún vecino. Un día Leo se animó a ir a la plaza que quedaba a dos cuadras de su recorrido habitual, era una tarde nublada de otoño, las andadas por los senderos llenos de hojas caídas eran muy divertidos, no solo el ruido de crujido que hacían las hojas secas, sino también la sensación de estar pisando algo por debajo, cosas escondidas debajo de las hojas que la rueda apretujaba contra el suelo. En medio de la concentración, se chocó con un chico, pero ninguno de los dos se cayó y cada uno siguió su camino. A lo largo de la tarde se cruzaron varias veces más y ninguno de los dos se habló, si bien se examinaban de cerca cada vez que se cruzaban. Leo se enfermó y por una semana no volvió a salir ni a pasar por la plaza. Nunca más vio al chico, pero sí en sus sueños, un día se lo encontró a la orilla de una laguna. Por fin se dijeron los nombres, dieron unas vueltas juntos y se tiraron en la laguna aunque estaba prohibido hacerlo, pero no había nadie, y el agua era tan azul que ningún mal podía hacerles. Estaban seguros, nadaron, se divirtieron, ella penso que no sabía nadar, y ahí estaba sumergida, moviédose como un pez dorado. El tiempo parecía que no pasaba, el cielo se volvía rosa por momentos, morado. Los arbustos que rodeaban el lugar cambiaban también los colores, sería la luz del sol, que no estaba pero se sentía. Sería el calor que atravesaba el cuerpo cuando se acostumbraba al agua fría. Sus palabras encajaban al instante al salir de sus bocas. Ese día algo cambió, ese sueño que permaneció, nose si alguien despertó. Nose de quien era el sueño. el agua de la laguna era colores y brillo en los cuerpos, y de a momentos un intenso dolor en el estómago, en el corazón que parecía salirse, que parecía romperse en pedazos. Nose de quien era ese corazón. El día terminó, Leo recuperó su bici y extrañamente decidió nunca mas volver a esa laguna.
niña- salía a pasear en bicicleta todos las tardes que iba a la casa de sus abuelos. La bicicleta era nueva, y ella se sentía salvaje a su manubrio, poruqe era una bicicleta de varón. El paseo consistía en andar por la vereda de la cuadra; mayormente primero hacia la izquierda, donde estaba la casa de los vecinos gallegos y un poquito más hasta llegar a la esquina, y luego la vuelta atravesando las veredas de los vecinos de la derecha, pero nunca cruzaba la calle. Lo más divertido eran las bajaditas en pendiente que habia entre una vereda y otra, y las que estaban todas poceadas y habia que maniobrar con astucia para no caerse de boca al piso y romperse alg´n diente o en el mejor de los casos ensusiarse toda la ropa de tierra. cuando se entusiasmaba Leo se animaba a dar la vuelta a la esquina y llegar hasta lo del almacenero Eugenio. Todos los vecinos eran gente grande, como los abuelos, o mayores, pero Leo se les quedaba a hablar de vez en cuando,con cierto pesar, porque ellos que no tenían nada que hacer le daban charla. con respecto a los niños, Leo siempre los veía mayores que ella, sin saber exactamente la edad que tenían, y prefería no hablarles. A veces cruzaban miradas, o alguna que otra palabra que simulaban tirar al aire y que distraidamente caía en los oidos más proximos que eran los de Leonarda, y ella devolvía también al aire, y se cruzaban las bicis sin chocarse y cada uno seguía su camino. La mayoría eran varones, y Leonarda se comportaba como una nena aunuqe tuviera la bicicleta de las tortugas ninjas y se dirigiera con velocidad. Así iba de aca para alla, con su reducido recorrido, en el que siempre encontraba algún detalle nuevo en las baldosas, algún pozo nuevo, o hacía diferentes derrapes por la tierra que llenaban el aire de polvo. Pocas veces se caía, a pesar de la gran velocidad que tomaba, y nunca se llevó por delante ningún vecino. Un día Leo se animó a ir a la plaza que quedaba a dos cuadras de su recorrido habitual, era una tarde nublada de otoño, las andadas por los senderos llenos de hojas caídas eran muy divertidos, no solo el ruido de crujido que hacían las hojas secas, sino también la sensación de estar pisando algo por debajo, cosas escondidas debajo de las hojas que la rueda apretujaba contra el suelo. En medio de la concentración, se chocó con un chico, pero ninguno de los dos se cayó y cada uno siguió su camino. A lo largo de la tarde se cruzaron varias veces más y ninguno de los dos se habló, si bien se examinaban de cerca cada vez que se cruzaban. Leo se enfermó y por una semana no volvió a salir ni a pasar por la plaza. Nunca más vio al chico, pero sí en sus sueños, un día se lo encontró a la orilla de una laguna. Por fin se dijeron los nombres, dieron unas vueltas juntos y se tiraron en la laguna aunque estaba prohibido hacerlo, pero no había nadie, y el agua era tan azul que ningún mal podía hacerles. Estaban seguros, nadaron, se divirtieron, ella penso que no sabía nadar, y ahí estaba sumergida, moviédose como un pez dorado. El tiempo parecía que no pasaba, el cielo se volvía rosa por momentos, morado. Los arbustos que rodeaban el lugar cambiaban también los colores, sería la luz del sol, que no estaba pero se sentía. Sería el calor que atravesaba el cuerpo cuando se acostumbraba al agua fría. Sus palabras encajaban al instante al salir de sus bocas. Ese día algo cambió, ese sueño que permaneció, nose si alguien despertó. Nose de quien era el sueño. el agua de la laguna era colores y brillo en los cuerpos, y de a momentos un intenso dolor en el estómago, en el corazón que parecía salirse, que parecía romperse en pedazos. Nose de quien era ese corazón. El día terminó, Leo recuperó su bici y extrañamente decidió nunca mas volver a esa laguna.
baje, subi, volvi, me fui. destrui todo lo sagrado. un viejo paragüitas de chocolate semicomido, semi angustiado. como lo estaba aquel perro que quise hacer feliz y no pude. pobre, corria, saltaba, corria, lloraba, pero uno no se da cuenta cuando los perros lloran, ni tampoco cuando rien. es su destino pasar como seres divertidos y/o tontos. prefiero a los zorros, que siempre tienen alguna mala intención debajo de su hermoso pelaje. ellos sí rien, y muy poco también lloran, tampoco nos damos cuenta justamente porque son zorros. zorros de goma impredecibles. zorros cubiertos de talco. y nosotros somos tan estúpidos, los humanos deberían aprender. y dejar de tener esos sueños tan tenebrosos y estúpidos y tristes. deberia bastarnos con ver caras horribles, y caretas de goma y barbas que son tan sensuales para las mujeres, y que estan llenas de bacterias, y secretos oscuros y muerte. nada de eso puede ser sagrado dice mi mama, dicen mis amigos, digo yo. una señora me enseño a mirar por la nuca, con unos ojos artificiales que nunca fueron ojos pero igual veian. se borraba lo aparente cuando usaba mi nuca, siempre tuve la sensacion de que el pelo no lo dejaba funcionar al 100%. deberia haberme pelado, pero ahora ya es tarde. esos ojos ya no los tengo pero pronto se regeneraran, antes de que muera, cuando me saque el hacha que me clavaron en la nuca y la sangre se seque y termine cayendo en forma de polvo en algun rio asqueroso, lleno de suciedad humana, de sedimentos de lo que ya no sirve. un rio transparente, eso les gustaria. a mi no porque se que no existe, que ni en los sueños son transparente porque el agua lava y se carga de iones negativos y positivos, de mugre humana, y arrasa con todo.
estoy hablando desde un iglu, podes creer? hace frio, sí un poco, pero se siente muy bien, las paredes son blancas purisimas como el agua esa que no existe y lo mejor de todo es que estoy sola, el pobre perro murio y lo tuve que enterrar, pero extrañamente no lloro. estoy bien porque aca entra la luz del sol, y aunque todo sea frio y los colores azules, yo siento que lo blanco tambien puede ser calido, en mi mente. mi mente que te va a salvar. vas a ver, a alguien voy a salvar, algun dia.
las demas mujeres son en apariencia iguales a mi, algunas mas lindas y otras mas feas, pero todas en el fondo somos iguales. que mentira. alguien te conto mal la vida. yo me la aprendi solita y por eso se todo.
estoy hablando desde un iglu, podes creer? hace frio, sí un poco, pero se siente muy bien, las paredes son blancas purisimas como el agua esa que no existe y lo mejor de todo es que estoy sola, el pobre perro murio y lo tuve que enterrar, pero extrañamente no lloro. estoy bien porque aca entra la luz del sol, y aunque todo sea frio y los colores azules, yo siento que lo blanco tambien puede ser calido, en mi mente. mi mente que te va a salvar. vas a ver, a alguien voy a salvar, algun dia.
las demas mujeres son en apariencia iguales a mi, algunas mas lindas y otras mas feas, pero todas en el fondo somos iguales. que mentira. alguien te conto mal la vida. yo me la aprendi solita y por eso se todo.
sábado, 2 de mayo de 2009
el azucar resbala por la cucharita, a punto de extinguirse en el cafe. una brisa suave que le da algo nuevo al dia, vida. un ambiente que todavia no fue sometido por el invierno. que mas da quedarme aca encerrada mirando por la ventana o salir si afuera es igual. yo soy igual, aunque el murmullo del televisor prendido a mis espaldas me deprime. seria mejor mirarlo. en cambio me quedo mirando el cielo y los arboles moverse, y el ruido de las bocinas y los motores no muy lejos. preferiria estar en un auto, yendo a algun lado. esa ilusion de estar moviendome, yendome.
esto no se va a arreglar. esta tragedia es invencible y yo estoy vencida. cierto que pensaba en ser invencible. pensabamos.
no soporto la muerte, es inutil, voy a morir. no soporto esta herida, preferiria sentir diez cuchilladas en el cuerpo. cien, no me importa.
no soporto esta muerte.
tu ausencia me puede no puedo salir. mis planes, idiotas, el tiempo maldito, el devenir. no pienso en tu sombra, me duele, sos duelo, te odio.
me odio, creo que este es el fin. la tierra es divina, bendita, la vida, el recuerdo.
un suspiro triste, un suspiro feliz, me sacaste todo, me exprimiste, te deje entrar. prefiero tu nariz en mi ojo y que duela.
voy a pintar tu cara y la voy a matar. voy a agarrar un arma y tres disparos le voy a dar. voy a encerrar mi humor en tu mesa de luz. y me voy a reir, nunca mas.
mientras mi cara se desarma en pedazos del rompecabezas final. agarrá la lagrima y guardatela de recuerdo. mi boca cometela y hace lo que quieras con el resto, chico sagaz.
(mundo feliz)
esto no se va a arreglar. esta tragedia es invencible y yo estoy vencida. cierto que pensaba en ser invencible. pensabamos.
no soporto la muerte, es inutil, voy a morir. no soporto esta herida, preferiria sentir diez cuchilladas en el cuerpo. cien, no me importa.
no soporto esta muerte.
tu ausencia me puede no puedo salir. mis planes, idiotas, el tiempo maldito, el devenir. no pienso en tu sombra, me duele, sos duelo, te odio.
me odio, creo que este es el fin. la tierra es divina, bendita, la vida, el recuerdo.
un suspiro triste, un suspiro feliz, me sacaste todo, me exprimiste, te deje entrar. prefiero tu nariz en mi ojo y que duela.
voy a pintar tu cara y la voy a matar. voy a agarrar un arma y tres disparos le voy a dar. voy a encerrar mi humor en tu mesa de luz. y me voy a reir, nunca mas.
mientras mi cara se desarma en pedazos del rompecabezas final. agarrá la lagrima y guardatela de recuerdo. mi boca cometela y hace lo que quieras con el resto, chico sagaz.
(mundo feliz)
martes, 17 de marzo de 2009
lunes, 9 de marzo de 2009
Pum! Un ruido que vuelve al personaje a la realidad. bruscamente abandona el mundo onirico en el que estaba atrapado.
las penumbras y los sonidos, como murmullos son siniestros, invaden el lugar de una ahogada desesperacion. el personaje esta confundido porque esa realidad ya no es tal. afuera hay crimen, niños sufriendo, disparos. una casa de la cuadra fue ocupada.
la interioridad del personaje es turbia, el personaje acostado cae en un pozo de obsesiones y paranoias. pronto las amenazas exteriores se vuelven parte de si. su psiquis es invadida de la originaria crueldad de la existencia. todos sus miedos, su pesadilla reciente, se vuelve padecimiento en la supuesta calma del interior del cuarto, en la cama inmovil como su cuerpo, en la noche de imsomnio.
las penumbras y los sonidos, como murmullos son siniestros, invaden el lugar de una ahogada desesperacion. el personaje esta confundido porque esa realidad ya no es tal. afuera hay crimen, niños sufriendo, disparos. una casa de la cuadra fue ocupada.
la interioridad del personaje es turbia, el personaje acostado cae en un pozo de obsesiones y paranoias. pronto las amenazas exteriores se vuelven parte de si. su psiquis es invadida de la originaria crueldad de la existencia. todos sus miedos, su pesadilla reciente, se vuelve padecimiento en la supuesta calma del interior del cuarto, en la cama inmovil como su cuerpo, en la noche de imsomnio.
lunes, 19 de enero de 2009
Noche de mil pasos hasta la puerta
Es de noche, el interior de un antiguo edificio que no tiene ventanas esta igual de oscuro que el cielo, en penumbras. La tipa va adelante mío, tiene como una enfermedad o algo así, yo la sigo, pero, ¿por que la sigo?
Solo voy atrás, porque solo trato de subir esa escalera, en la que estoy parada, pisando los escalones de mármol blanco, fríos, grandes, que inducen a pensar que el lugar es importante, o lo fue en otro tiempo, un antiguo castillo de la aristocracia, de la epoca de las luces, pero ahora los escalones apenas se ven, porque todo esta oscuro, muy oscuro. A la izquierda una gran pared, infinita. A la derecha, el vacío, de inmensa oscuridad, espacio que excede toda consideración humana, pero que acaso me deja ver, o sentir, formas de gente, o de almas. ¿O las ve solo ella? sí. Se que ella las ve, la atormentan, le hacen mal, les grita, los echa, se queja. Y yo no soy ella.
Me gustaría poder describir a esa mujer, pero va tan rápido, todo esto es tan misterioso. Solo alcanzo a verle la espalda, a lo lejos, su cuerpo enteramente cubierto por una túnica. Sus movimientos se asemejan a un comportamiento irracional, de bestia, de animal buscando su presa, los pies dan pasos largos que suben de a tres escalones. Yo no soy nada. Me gustaría saber su nombre, ¿tiene nombre?, por momentos pienso que es una presencia irreal, pero no tengo tan buena imaginación, asi que rápidamente desecho esa teoría.
La escalera no se termina, podría decir que hace horas que estamos acá, ella y yo, tan distantes. La tipa parece volverse loca, está alterada, impaciente, grita, esta ahí, a la vez que es como de otro lado. Yo no se que hago aqui, pero sigo subiendo, no pierdo la calma, me concentro en subir, no tengo miedo, o al parecer lo controlo. No tendría por qué alterarme, es fácil, tengo que llegar arriba, a una puerta, solo eso. Estoy tranquila, y además soy valiente. Pero los gritos son cada vez más fuertes. Aahhaaaa, ajiiiiijhaaaa, ahíja, aguijaaaaa. La voz retumba en cada escalón y se pierde a un costado, como si se la tragara el vacío, donde parece estar dirigida. Finalmente la tipa pierde el control, ya no aguanta los tormentos, esas cosas que ve. Los gritos que no son de ella.
Repentinamente saca un cuchillo de entre sus túnicas, empiezo a preocuparme, pienso que esto no me puede estar pasando, pienso que esto es todo un engaño, pienso que estoy loca.
La tipa para y se da vuelta, justo en un descanso de la escalera. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo, el lugar se vuelve helado, se paraliza. En ese momento congelado le veo la cara, debo estar ya muy nerviosa, porque solo distingo unas manchas de color, negro, marrón y rojo, y unos ojos, mojados y penetrantes, unos cuantos dientes partidos. Trato de evitar su mirada. Creo que yo tengo otro cuchillo, que había estado ocultando todo este tiempo bajo mi camisa, esa casualidad me tranquiliza. Enfrento mi cuchillo al de ella, casi sin quererlo. El lugar sigue envuelto en penumbras, los murmullos del más allá se vuelven más etéreos, pero en un instante al tocarse los cuchillos, conecto con la paz, esa paz que parecía estar escondida en algún lugar de mi cuerpo. Lo siento en nuestros rostros invisibles de la pelea. En el calor que despiden los líquidos de los cuerpos prontos a expirar.
Los escalones se hacen luz por un instante, pronto nos volvemos parte del vacío. Un cuerpo desparramado en el suelo. Sangre.
Solo voy atrás, porque solo trato de subir esa escalera, en la que estoy parada, pisando los escalones de mármol blanco, fríos, grandes, que inducen a pensar que el lugar es importante, o lo fue en otro tiempo, un antiguo castillo de la aristocracia, de la epoca de las luces, pero ahora los escalones apenas se ven, porque todo esta oscuro, muy oscuro. A la izquierda una gran pared, infinita. A la derecha, el vacío, de inmensa oscuridad, espacio que excede toda consideración humana, pero que acaso me deja ver, o sentir, formas de gente, o de almas. ¿O las ve solo ella? sí. Se que ella las ve, la atormentan, le hacen mal, les grita, los echa, se queja. Y yo no soy ella.
Me gustaría poder describir a esa mujer, pero va tan rápido, todo esto es tan misterioso. Solo alcanzo a verle la espalda, a lo lejos, su cuerpo enteramente cubierto por una túnica. Sus movimientos se asemejan a un comportamiento irracional, de bestia, de animal buscando su presa, los pies dan pasos largos que suben de a tres escalones. Yo no soy nada. Me gustaría saber su nombre, ¿tiene nombre?, por momentos pienso que es una presencia irreal, pero no tengo tan buena imaginación, asi que rápidamente desecho esa teoría.
La escalera no se termina, podría decir que hace horas que estamos acá, ella y yo, tan distantes. La tipa parece volverse loca, está alterada, impaciente, grita, esta ahí, a la vez que es como de otro lado. Yo no se que hago aqui, pero sigo subiendo, no pierdo la calma, me concentro en subir, no tengo miedo, o al parecer lo controlo. No tendría por qué alterarme, es fácil, tengo que llegar arriba, a una puerta, solo eso. Estoy tranquila, y además soy valiente. Pero los gritos son cada vez más fuertes. Aahhaaaa, ajiiiiijhaaaa, ahíja, aguijaaaaa. La voz retumba en cada escalón y se pierde a un costado, como si se la tragara el vacío, donde parece estar dirigida. Finalmente la tipa pierde el control, ya no aguanta los tormentos, esas cosas que ve. Los gritos que no son de ella.
Repentinamente saca un cuchillo de entre sus túnicas, empiezo a preocuparme, pienso que esto no me puede estar pasando, pienso que esto es todo un engaño, pienso que estoy loca.
La tipa para y se da vuelta, justo en un descanso de la escalera. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo, el lugar se vuelve helado, se paraliza. En ese momento congelado le veo la cara, debo estar ya muy nerviosa, porque solo distingo unas manchas de color, negro, marrón y rojo, y unos ojos, mojados y penetrantes, unos cuantos dientes partidos. Trato de evitar su mirada. Creo que yo tengo otro cuchillo, que había estado ocultando todo este tiempo bajo mi camisa, esa casualidad me tranquiliza. Enfrento mi cuchillo al de ella, casi sin quererlo. El lugar sigue envuelto en penumbras, los murmullos del más allá se vuelven más etéreos, pero en un instante al tocarse los cuchillos, conecto con la paz, esa paz que parecía estar escondida en algún lugar de mi cuerpo. Lo siento en nuestros rostros invisibles de la pelea. En el calor que despiden los líquidos de los cuerpos prontos a expirar.
Los escalones se hacen luz por un instante, pronto nos volvemos parte del vacío. Un cuerpo desparramado en el suelo. Sangre.
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