sábado, 27 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
El plan absurdo (primera parte)
A esto me refería con la interpolación espacio-temporal, a partir de ahora voy a contar el presente indiferenciado del pasado, porque no existe el pasado, y las cosas siguen vigentes como si solo existiera el ahora. Solo que ahora están todos un poco mas viejos, mis huesos están mas grandes y mis órganos mas gastados. Y claro, algunos ya no están vivos. Pero el lugar sigue siendo el mismo, y la conexión ineludiblemente existente aunque invisible e intocable.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Mis manos nunca van a poder alcanzarte entero, mientras tanto consagrare mi vida a esa lucha..
domingo, 7 de septiembre de 2008
sábado, 9 de agosto de 2008
antes de expirar
que llevo plastico
no me arrojes, no querras ver el plastico blanco tornando marron
destilar veneno, gas malicioso en los agujeros de la nariz
que me respiraste
no querras verlo derretido quemando superficies, arruinandolo todo
reducido a una gota de nada, seco en el suelo
pisoteado, sucio, mezclado con polvo inerte
no lo arrojes, esteril, que estoy yo
no me arrojes que es lo unico que tenia
y ya nunca mas lo encontraria, toxico en el aire
ni tampoco a mi, con mis manos frias
curan la fiebre y la cobardia
no me arrojes que soy yo, que me estaba riendo
Sadismo I
silueta desconocida en mundo de sombras y luces
eterna en mi resplandeciente existencia
te encuentro, entre todos esos cuerpos
entre la mayoria de ojos,
azorados, brillantes u opacos
tu voz saturada me anima
me cuenta el comienzo de una historia
de la historia de una tragedia inevitable
miércoles, 25 de junio de 2008
Ensayo
Ficcionalizando la realidad
Hace tiempo que me pregunto cuáles son los límites entre ficción y no ficción, y qué relación hay entre esa dicotomía con la mentira y la verdad, con lo que existe y lo que no existe, con realidad e imaginación. Facere –hecho- significa hacer, construir y fingere – de donde surge ficción- es hacer o dar forma; entonces parece ser que la relación hecho/ficción ha sido artificialmente dicotomizada, cuando en realidad provienen de raíces comunes.[1]
La crónica es el modelo de lo no ficcional. Sin embargo, la crónica a veces parece más que nada una ornamentación, una forma ingeniosa, una pretensión entretenida de contar algo que de otra forma no tendría interés, a veces esas formas parecen pesar más que la riqueza de la propia cuestión de lo que se investiga. Cuando pienso en el efecto que se quiere producir, en la supuesta funcionalidad de un relato, cuando se valora tanto la estructura y la intencionalidad, me pregunto por qué habría que escribir algo de tal forma para que cause determinado efecto o llame de alguna manera obscura –o clara- la volátil atención de las personas, si lo que vale es que lo que se cuenta tiene valor por si mismo por ser real. ¿Entonces cuanto hay de verdad en la no ficción? ¿Cuánto de imaginación? ¿Son esas dos palabras –verdad/imaginación- opuestas? Para responder esas preguntas, me es necesario indagar en el criterio de verdad, que es fundamental, y que en los últimos tiempos ha cambiado de forma tal que me permite discutir estas cuestiones.
Sea como sea, el género ‘no-ficción’ es siempre una construcción, y por ende, también una ficción, una ficcionalización de las cosas. Todo relato lo es. Es una elección y selección dentro de un conjunto de acontecimientos, algunos incluidos, algunos dejados de lado. Es una visión de la realidad, una versión, la verdad del que escribe. Los límites de la no ficción son muy amplios y borrosos, precisamente por lo que permite la crónica. Martín Caparrós, que es un acérrimo defensor de ésta, habla de la necesidad de adoptar la actitud del cazador, de la obligación de la mirada extrema[2]. Y es verdad, por debajo de la escritura está la esencia del que escribe, un tema muy interesante que el cronista supo captar (delinear, construir) con sus poderes especiales de observación, de agudeza y búsqueda. En definitiva, sin esencia no hay palabras posibles.
Personalmente, al escribir no ficción me encuentro disfrazando un poco las frases, jugando con las palabras, sobresaltando las cosas. En realidad me asusta una idea de verdad definitiva y única, de hecho real, me gusta pensar que escribo para mí, y cada palabra la elijo por el significado que me despierta, por todo lo que tiene atrás, siento que los demás deberían leerlo de la misma manera, pero se me hace que es casi imposible, que cada uno lleva su germen de verdad. Me molesta que lean lo que escribo y entiendan todo mal, que entiendan otra cosa. Es tonto pensar así, cuando en realidad la mitad de la riqueza de escribir está en eso, en los múltiples significados, en las cosas a medio decir, y a medio entender. Me encanta que me entiendan la mitad, y que la mitad de lo que escribo no tenga sentido. Siento que la escritura te permite todo eso, que todo se trata de un intercambio de pareceres, de subjetividades, de cosmovisiones del mundo y de nosotros mismos. Sobre todo, me gusta que un relato permita la duda, todo me lleva a la duda. Y en la crónica también parece que hay duda. Hay aspectos y dobleces del asunto, hay dobles verdades en las cuestiones, el relato cambia esa verdad única racional, y se llena de otras verdades, la verdad del arte, la verdad de los pobres, la verdad de la medicina. Esas múltiples verdades anticipan que hay una nueva visión de la realidad, que ya no se cree en una verdad única, ni en la realidad objetiva, un relato nunca podrá transmitir la realidad como un espejo, ya no creemos en la ilusión del reflejo. La no ficción le dice al lector: “Todo esto realmente pasó, por lo tanto no me culpen si no parece real”.[3] Ya está blanqueado, los promotores de las crónicas hablan de la subjetividad como estandarte, como valor, como honestidad. Uno espera que el cronista cuente desde su punto de vista y así lo hará. El periodista que sí dice yo. Que dice existo, estoy, yo no te engaño.[4] Como dice Juan José Saer, no se trata de una claudicación ante una ética de la verdad, sino más bien, la búsqueda de una verdad, con la turbulencia y dobleces que eso genera.[5]
A pesar de todo lo dicho, existen elementos que contiene la no ficción que dan cuenta de su ‘realidad’, porque parten de hechos reales, de cosas que efectivamente pasaron: se trabaja con información proveniente de un trabajo de investigación, personas con sus testimonios. Pero no deja de ser una construcción en la que todo se ficcionaliza –se construye-, y entonces se borra la vieja concepción de la no ficción como verdad, la ficción como mentira. Ambas llegan a ser complementarias y se unen de tal manera, porque provienen del intelecto, alimentándose una de la otra. Aun cuando se habla de testimonios, cada testigo arma su discurso contando su verdad, su mirada de lo que vio, o su voz de lo que sabe. Y cuando el escritor se sienta a armar los testimonios, a configurar los personajes, ‘los contados’, se siente algo impune describiéndolos, opinando sobre ellos, delineándoles un perfil que quizá sea injusto. Porque la crónica es la verdad, pero es mi criterio. El pobre tipo no sabe a lo que se expone cuando habla, cuando yo voy a usar sus palabras, cuando soy yo la que lo voy a hacer hablar. ¿Sabe?
La fuente de la que se parte es el hecho real, pero todo buen relato, posee en el fondo una trama en la que se tiende una verdad sobre el mundo del autor, una cosmovisión que envuelve y excede al tema. Ricardo Piglia, en su ensayo sobre narración, plantea que el cuento moderno siempre cuenta dos historias. Yo pienso que cualquier relato lo hace, en su escala y a su modo, la no-ficción claramente lo hace, los ensayos lo hacen. Quiero decir que cualquier obra bien escrita deja atrás, como un rastro, infinidad de cosas que no se ven, la misma forma de percibir la realidad, los valores, la moral, la reflexión. Elementos que nos alcanzan y nos envuelven y nos tocan, de diversas formas, nuestra humanidad.
Rodolfo Walsh, que aun cuando escribe no ficción te deja esa cosa que no te podés sacar de encima, por ejemplo en Kimonos en Tierra Roja, crea una situación, y un estado de las cosas, de acuerdo a su ojo, a lo que él vio; y deja todo un mundo abierto detrás de las palabras que elige, detrás de los colores y texturas y personas que describe de la única forma que podría haberlo hecho. De la misma forma, Italo Calvino en su ensayo la colección de arena, habla desde su ubicación geográfica en el espacio de la exposición, desde sus ojos y sus zapatos, y combina unas palabras así: “Guardar finalmente la sustancia arenosa de todas las cosas”, esa sólo frase abre inmediatamente las puertas de un planteo existencial, que va tiñendo a todas las palabras con su espíritu. El escritor arrastra todo un bagaje de cultura, de ideas, de su relación con la sociedad, su personalidad, eso lo deja, invisible, a medida que construye un relato. Esa es su identidad, y así serán sus mensajes subliminales. Sos sus huellas, tal como lo dice Carlo Guizburg con su paradigma indiciario. ¿Quién puede negar que la escritura está llena de indicios?
Jorge Luis Borges titula Ficciones a una de sus obras más fundamentales, profundas e interesantes. Él no reivindica ni lo falso ni lo verdadero como opuestos que se excluyen, sino como conceptos problemáticos que encarnan la principal razón de ser de la ficción. Si llama Ficciones a su libro, dice Saer, no lo hace con el fin de exaltar lo falso a expensas de lo verdadero, sino con el de sugerir que la ficción es el medio más apropiado para tratar sus relaciones complejas. Julio Cortazar, por su parte, en su lenguaje experimental, que se mueve dentro de una realidad con espacios y tiempos extrañados, está convencido de que lo llamado fantástico es en realidad una oposición a un falso realismo ingenuo, “que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse […] dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa a efecto, de psicologías definidas, de geografías bien cartografiadas. La sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, en el que el verdadero estudio de la realidad no reside en las leyes sino en las excepciones de esas leyes.”[6]
Truman Capote, en sus reflexiones de su Prefacio para Música para Camaleones, cuenta cómo él descubrió la mezcla de géneros, esta necesidad de usar todos los géneros y lenguajes: “Quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía”. Todo buen escritor utiliza los recursos, y hecha mano de todo lo que tiene a su alcance para llegar a expresarse de la mejor manera. Confío en lo caótico y en la intuición del escritor.
¿Cómo se puede pensar que determinada escritura obedece exclusivamente a la realidad o no? Siempre hay límites, pero siempre se cruzan esos límites. Siempre están mezcladas ficción con no ficción, mejor dicho, todo resulta una ficción, nosotros mismos somos ficción. Al escribir estamos ficcionalizando, poniendo nuestro intelecto, nuestra subjetividad. En el proceso, quizá la verdad y la mentira no importen.
[1] Ver Amar Sánchez, Ana María. El Relato de los hechos.
[2] Martín Caparrós. Prólogo de La Argentina Crónica. Editorial Planeta, 2007. Pág. 10.
[3] Ver Amar Sánchez, Ana María. El Relato de los hechos.
[4] Martín Caparrós. Prólogo de La Argentina Crónica. Editorial Planeta, 2007. Pág. 11.
[5] Ver Saer, Juan José. El concepto de ficción.
[6] Mario Benedetti. Julio Cortazar, un narrador para lectores cómplices. Del continente mestizo. 1965.
martes, 24 de junio de 2008
Paradójicamente, leo a Flusser ensayar su tema sobre la antinomia escritura académica/escritura viva, tratado o ensayo, y me da la impresión de estar leyendo un tratado. Tal vez se esfuerza tanto en defender su teoría, que cae en lo que él mismo critica.
“El ensayo no resuelve, como hace el tratado, su tema. No explica su tema, y en este sentido no informa a sus lectores” Pienso que Flusser está haciendo exactamente eso, especifica su tema y resuelve como son las cosas: una cosa es el tratado, otra cosa es el ensayo. Tal vez en esa misma contradicción este la libertad del escritor.
Tal vez me equivoque…
La colección de arena de Italo Calvino se aleja lo suficiente de un ensayo académico –de lo más científico-, de modo que más bien parece pura subjetividad, percepción del autor, su abstracción ante lo que ve, ante su presencia física, que termina planteando una cuestión existencial que envuelve a Calvino y lo lleva a reflexionar sobre su propia vida, de manera tal que el texto llega a ser una reflexión sobre el mundo, la forma de percibirlo, la memoria, y la capacidad de retener la experiencia, la apropiación de los momentos y lugares, del tiempo efímero. Como si coleccionar arena permitiera “Guardar finalmente la sustancia arenosa de todas las cosas, tocar la estructura silícea de la existencia”.
Por momentos parece una crónica, en donde resalta la mirada del autor dentro de un escenario palpable –la muestra de coleccionistas-, el recorrido y los pensamientos que eso suscita, un ejercicio de mirar más allá de lo aparente, obtener significados ocultos, descifrar el significado oculto de la peculiar y misteriosa tarea de coleccionar cosas.
Coleccionar parece ser una metáfora de la incapacidad del hombre de retener/apropiarse/solidificar su existencia.
Calvino se toma un momento de reflexión al observar la exposición. Creo que se trata de los pensamientos que nos suscitan las cosas que vemos, de los pensamientos que me suscitan las cosas que veo, como cuando un libro o una película perturban. No estamos sólo observando algo, ¡estamos pensando! Todo el tiempo, estoy pensando, mientras escribo, es interminable e inacabable.
Ayer mientras miraba un film, el pasto en la pantalla que se movía de un lado a otro por el viento de manera escalofriante, abría otro universo de cosas en el fluir de mi pensamiento.
Aprovechar los disparadores…
viernes, 13 de junio de 2008
El cuento moderno y tradicional. Jaime Rest
Hasta el renacimiento la originalidad narrativa del cuentista radicaba exclusivamente en la diestra y novedosa reelaboración de anécdotas tradicionales, en tanto que el rasgo distintivo del cuentista moderno consiste en presentar sus historias como el producto de una inventiva propia, desligada de vínculos tradicionales. El cuento moderno es de arte absolutamente personal. (…) Estas producciones individuales reniegan del pasado; no quieren tener más antecedentes que su único inventor, quieren que en él comience su historia y en el acabe.
Es a partir del romanticismo, que la denominación cuento, se tornó extensiva al pasado y comprendió en su totalidad la historia del relato breve desde sus orígenes folklóricos en sus formas más sencillas y remotas hasta las concepciones más elaboradas, complejas e indirectas de nuestra propia época. En contraste con la narrativa tradicional, la óptica moderna del cuento es individualista y personal.
En la edad media los cuentistas mantenían fidelidad a las anécdotas tradicionales, que parecían derivar de vertientes foklóricas. El cuento tradicional poseía una naturaleza fáctica, organizado principalmente en el plano de la anécdota, un encadenamiento de acciones. Y su carácter fáctico se divide a su vez en una variedad maravillosa, y otra más realista. Pero siempre dentro de una reelaboración de anécdotas y con intención educativa. Sin embargo, a partir del renacimiento, crece un interés más artístico de la obra, y el cuento adquiere una nueva tesitura literaria.
Con el cuento moderno se da un reemplazo de la cualidad fáctica por una actitud más lírica. Y los hechos referidos, se van siendo suplantados por los cuentitas por efectos procurados. El interés empieza a centrarse más que en “la historia”, en “el discurso”. A la vez que se da lugar a una exploración psicológica, la situación ambigua, el episodio fragmentario que se carga de significados. Se intenta descubrir las raíces de la insularidad y alienación del hombre de nuestro tiempo, así como transmitir una conciencia de la incomunicación humana.
Camino infinito
(narración a partir de una imagen onírica)
Habían pasado ya quince días. Yo pensaba que en el encierro entre un par de paredes, el tiempo se estiraría como chicle, pero no fue así. A veces ni me acordaba del tiempo. Si ya había superado mi obsesión por contar el tiempo, había decidido deshacerme del reloj unos cinco días antes de enfermarme. A pesar de eso, en esa última semana sin reloj, no había dejado de ser puntual, como si las horas se me hubieran incorporado al cuerpo, al pulso de la muñeca. Pero con el encierro las cosas cambiaron, a veces cenaba, y al rato amanecía. Salvo cuando alguien de mi estima venía a visitarme, cuando venía Fran, ahí si que volvía a ver el reloj cada un minuto, si me decía a las cinco y eran las tres y media, esa hora y media estaba perdida, sólo una espera, una mirada eterna al reloj, me hacía tan mal recurrir al reloj que arreglamos que ya no acordaríamos una hora, sino que nos empezamos a guiar por la posición del sol, me divertía mucho con él, me hacía muy bien, en los últimos tiempos nos habíamos hecho muy amigos, muy indispensables, por momentos me asustaba un poco mi dependencia, por eso nos veíamos cada tanto, con mesura.
Mi encierro duró más de quince días. Vivo en un departamento, herencia de mi abuela, es grande, tiene más habitaciones de las que yo necesito, si me aburro de estar en un ambiente me voy a otro, y me entretengo mirando los detalles de las paredes, y los techos, y los muebles y los pisos, otras veces me gusta revolver un gran armario que ocupa toda la pared de mi cuarto. Por eso fue que la idea de tener que estar muchos días haciendo reposo no me perturbaba. Era necesario, y cuando las cosas son necesarias están bien, nunca le retruqué al médico sobre sus indicaciones, y mucho menos sobre su diagnóstico.
Había sido un sábado, me sentía muy mal, muy mareada, me desvanecía en los lugares de tumulto, me daba un calor repentino, me sentía en el aire, y comenzaba a desvariar, a veces hasta la mente se me bloqueaba y me quedaba inmóvil, sin reacción, si permanecía mucho tiempo sentada, prestándole atención a alguien, en una situación luminosa y rodeada de gente me empezaba a asfixiar, un halo pesado me rodeaba y tenía que salir inmediatamente del lugar. Por eso es que tuve que dejar de asistir a las clases de francés, y por supuesto, tuve que tomar distancia del instituto en el que daba clases, enseñaba historia. “Clara, vos tenés la bilis negra”, me decía mi abuela cuando me llamaba por teléfono. Yo no contestaba, sabía que me quería provocar.
Quince días me había dicho el médico que descanse, complementando el tratamiento con unas pastillas azules muy pequeñas que tenía que tomar todas las noches, que muy cautelosamente guardaba en un monederito de un colorado furioso estampado de florcitas blancas, monederito que muy estúpidamente se me perdía de vista a menudo. Hubo veces en que lo buscaba durante horas, revolvía toda la casa, y terminaba encontrándolo debajo de la cama, o en el cajón tapado por papeles y viejas cartas.
El primer día de encierro estuve muy alterada, invadida de una profunda tristeza, toda la tarde en la cama, mirando TV o leyendo revistas, o pensando en nada. Cada tanto lloraba, realmente la situación me desbordaba, ni siquiera los llamados de Penélope me hacían olvidar. La misma existencia mía, de mi cuerpo en esa cama, de mis neuronas procesando las imágenes que emitía el televisor, me devastaba, porque nada podía yo hacer. Pero los días que siguieron recobre cierta fuerza, cada tanto venía Penélope a comer, y nos quedábamos hablando durante horas y horas de Dios, o de historia o del Universo, tomando una copita de jerez; en esos momentos me sentía muy feliz. Otras veces hablaba con mi madre por teléfono, y nos entendíamos, entonces me entusiasmaba y los invitaba a tomar el té, a mirar una película. Tanto mi madre como mi padre eran condescendientes conmigo, y se preocupaban porque no me falte nada, porque me sienta bien, en determinado momento me preguntaban por mi salud, y lo que comenzaba como un diálogo se volvía pronto una discusión en la que yo terminaba gritando, y esa noche dormía tan mal. Otros días me gustaba estar sola, pasármela improvisando en la cocina, escuchando la radio. Todo pasaba rápido, y yo sentía cada vez con más fervor que debía estimular mi hemisferio derecho, ese pensamiento me acechaba, soñaba con mi hemisferio derecho, y me despertaba en medio de la euforia, cayendo en la cuenta de que no había nada.
A los diez días de encierro mi salud había mejorado notablemente, el médico me visitó y me dijo que realmente estaba muy bien, que ya no necesitaría de las pastillitas, y que podía salir algún día si así lo quería.
La noche siguiente había soñado cosas horribles, había estado caminando toda la noche. Caminaba por calles que después se hacían dunas, y el cielo estaba nublado, yo caminaba. De vez en cuando aparecía Fran a los costados de mi sendero, me hablaba, pero yo no lo escuchaba, me trataba de decir algo, me tendía la mano. Yo no podía hablarle, ni alcanzarlo. Intentaba en vano, mi único movimiento eran pasos constantes hacia delante. Y luego Fran se iba transformando en agua, corría por el cordón de la vereda, me salpicaba en la cara dolorosamente y pronto me inundaba. Esa acción se repitió varias veces, hasta que me despertó el teléfono:
-¿Clara?
-Justo estaba soñando con vos, que oportuno sos cuando…
-¿Cómo te encontró el médico?
- Me dijo que ya estoy bien, que ya puedo salir. De hecho, voy a caminar por la ciudad en una hora…(La pared tenía una mancha de humedad)
-Esperame hasta la tarde y vamos juntos, ¿Te parece? ¿A donde te gustaría ir?
-¿Hasta la tarde?, no puedo esperar más, es ahora o nunca, ya sabes que… (La mancha venía del techo!)
-Déjame ir con vos, por favor, no quiero que salgas sola.
-No escandalices, no me va a pasar nada, ya no estoy débil, además soy grande, no necesito que me… (El televisor seguía prendido)
-Es que te quiero acompañar, quiero estar con vos en este momento…
-Tengo que hacerlo ahora! Si espero más de dos horas me voy a… (Una mujer llorando)
-A las 5, te paso a buscar…
-No! Me voy a vestir, en una hora salgo. (El ropero abierto)
-¿Donde vas a estar?
-No se.
-Bueno, te voy a llamar al...
"¿José? Dice que no llueve y quiere. .. llueva….llover. Cuantas veces te repetí que…Macarena me vas a volver loco,..”
-¿Hola? Está ligado...
Corté.
Me sentía algo perdida, no sabía en que esquina doblar. Me tropecé con un poste en la vereda llegando a la esquina, di un giro y me maree levemente, al levantar la mirada un chico se estaba riendo, y se tapaba la boca con las dos manos. Me sentí idiota, y decidí doblar en la esquina. La calle estaba cortada, y el tope era un gran local de bajo, con dos ventanales de vidrio muy grandes, encima de los cuales un cartel con unas letras chinas que invitaba a entrar. Una especie de tienda oriental, un aire de misticismo alrededor.
Entré, al abrir la puerta pesada de vidrio me topé con una gran pared blanca, “la pared de las imágenes mentales, pruebe ver su destino”. Rápidamente aleje mi mirada de esa pared. A un costado había otros productos igual de interesantes. Chauchas amarillas comestibles para bajar la presión, granos de arroz que curaban las pasiones intempestivas, y más cosas que llenaban toda una mesa. Ying Su me miraba muy cordialmente: “Puede probar todo, tranquila puede probar. Pruebe”
En una mesa contigua de vidrio unas instrucciones, en un pequeño volante de papel:
“Uso del hemisferio derecho:
1. No se preocupe, las fallas de la memoria por lo general no se deben a patologías ni al paso de los años.
2. El refuerzo de la memoria mediante repasos periódicos desarrolla nuevas conexiones entre las neuronas y fortalece el recuerdo.
3. Es muy útil la práctica de ejercicios que requieran mucha concentración mental. Palabras cruzadas, enigmas, juegos de naipes o ajedrez, etc. son estrategias muy recomendadas para una buena gimnasia mental.
4. Aprenda y utilice cotidianamente técnicas de memoria,
5. Entrene su capacidad de visualizar objetos con los ojos cerrados.
Miré la pared en blanco e intimidante por un momento, tenía miedo de lo que pudiera ver, la imagen se formo clara, al principio como en el aire, pero de a poco se fue proyectando en la pared, aunque no tan en el centro como lo hubiera querido. Un sendero de cemento, un piso frio -lo se porque yo lo caminaba-, tan frío como mis pies y la punta de mi nariz. La niña estaba en el medio de ese camino infinito, sus pasos alineados en una dirección, adelante ¿pero hacia dónde iba? La niña que no sabe que es niña, sola. A los costados del camino dos mares, inmensos, interminables. El agua saltaba en gigantes olas de ambos lados, atravesando el sendero, atormentadora. La imagen era sombría, pero paradójicamente llena de paz. La niña camina mirando el suelo, pero pronto levanta su mirada, y el agua sobre su cabeza cruza despiadada, pero no la toca.
Consideraciones sobre el cuento -según ricardo Piglia.
Hablando de la historia II que sostiene un cuento, que está por detrás, Piglia dice: “No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático.” Sin embargo, en el siguiente párrafo, al referirse al cuento moderno, procede:
La versión moderna del cuento (…), abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo.” En este punto me parece que entra a jugar la interpretación del que lee, porque en el cuento moderno, al no tener un final, se dejan las puertas abiertas, y el lector es invitado a pensar que pasó, y creo que se permiten las interpretaciones. Por supuesto que no se puede negar que un cuento posee un sentido que se lo da su autor, y que está por detrás de las palabras, y en las palabras mismas, y su contar está envuelto de su subjetividad, pero en el cuento moderno juega también un papel muy importante la subjetividad del receptor. Yo diría que hasta detrás de un cuento podría haber un diálogo entre el escritor y el receptor, a partir de la forma en que este recibe las palabras escritas y las resignifica, y piensa en sus propias palabras.
“La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión”.
“El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta.”
Segunda tesis de Piglia: “La historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes”. Lo que me pregunto es si los escritores parten de la historia dos, que evidentemente es la esencial, y en base a ella usan una forma determinada de la cual valerse (historia I), o si comienzan escribiendo la historia por un camino y dentro de una forma y la segunda historia la van conformando a medida que se les va develando a ellos mismos, como un camino un poco más inconsciente que estratégico.
Notas de lector
Cuentos de Raymond Carver, J. D. Salinger y Rodolfo Walsh
Raymond Carver
J. D. Salinger
Los personajes son caracterizados por su forma de hablar, y por las cosas que hacen, que son descriptas por el narrador muy minuciosamente, y permiten así formarse una imagen muy real de los actuantes, los escenarios y las situaciones. Creo que Salinger juega mucho con la visualidad y con los colores.
Se trata de una pareja que está de viaje, y el relato deja inferir que el hombre de la pareja, el esposo de la chica, se encuentra en un estado psicológico problemático, particularmente por el trauma que le dejó el haber estado en la guerra. Por otro lado, la chica esposa, muestra una personalidad muy diferente, muy normal, dotada de sentido común, y hasta trivial; por las cosas que lee, su comportamiento en la habitación, y por su diálogo telefónico con su madre. El contraste entre la pareja parece demostrar que el hombre está muy solo, enfrentando solo sus traumas y sus oscuros pensamientos que no puede compartir con nadie porque nadie pasó por lo que el pasó, como sucede con todos los héroes de guerra en general, que pasan a ser incomprendidos en una sociedad que sigue su curso dentro de una normalidad establecida. Esto último creo que es la centralidad de la historia II (de la que habla Piglia). Esa soledad que lleva al protagonista al suicidio. Y plasmado esto en la principal alegoría que es la de los peces banana, que son esos seres que se meten en un hueco y se comportan como cerdos, llegando a comerse setenta y ocho plátanos. Y después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. Evidentemente ese es el pozo en el que está hundido Seymour, y del que no puede salir.
Rodolfo Walsh
El cuento se llama Fotos porque el protagonista se convierte en fotógrafo, pero a la vez se juega mucho con el título porque pareciera ser que muchos de los apartados fueran en realidad fotos, descripciones, caracterizaciones de algo.
Frío - calor
(narración a partir de un espacio físico)
El cielo era más azul que nunca –más azul que nunca no podía ser, porque yo estaba sola, y la vida aun no se me revelaba-, el ambiente era nítido y frío. Una noche fría de mayo, como la mayoría de las noches que nos dio mayo ese año, como si mayo fuera una especie de dios.
Estaba sentada afuera, en las afueras del edificio, en el mismo lugar que había compartido con una persona que ya se había alejado de su vida, casi de la peor forma, de la forma que ella sabia desde antes, de la forma que no quería, -esa amistad pegajosa y sonriente-. Estaba en esos pasajes de cementos y hojas caídas, que recorrían un lugar, que cuando las condiciones estaban dadas, se volvía tenebroso. Galpones muy grandes, con ventanales de vidrios rotos, lugares siniestros y vacíos, algunos techos ya derrumbados hace mucho tiempo, solo vigas, estructuras ya sin sentido material, que sostenían al cielo, tal vez para que no se nos venga todo encima.
También vi con el cielo esas veces que nos juntábamos casi a desgano, y yo me hacia la loca y pateaba ramas, y siempre mantenía distancia y todo era inútil. Pero ahora también era inútil relacionar esos lugares con aquel personaje, porque ya no había nada de esas cosas, y en los lugares no quedan las anteriores presencias de las personas, porque el tiempo se lleva todo, muy avaro a veces nos deja la memoria, solo eso.
Y ahora ella estaba sola, porque en las horas libres ya no había muchos amigos, a esa edad los amigos ya eran otra cosa, todo se volvía otra cosa.
Había tanta gente dentro del edificio, tanto murmullo y barullo, saludos casuales y automáticos, sonrisas necesarias, carteles políticos, que tuvo que salir, tuve que salir, no importaba el frío, siempre es bueno tomar aire aunque sea frío, y poder estar en soledad, lejos de las obligaciones que implicaban mantener una conducta entre tantos.
Por otro lado estaba el mareo que tenia, las súbitas sensaciones de frío-calor, la molestia en el vientre, el molesto e inoportuno llamado. Porque algo había pasado por esos días. Algo con él. Por un lado lo de siempre, esa forma irresponsable de tomar pastillas, por otro lado algo nuevo, desde hace unos días.
En el momento en que parecía ver la revelación, las voces interrumpieron casi sin tomar recaudos, sin la conciencia de la molestia ni del otro, las voces se imponían, y no dejaban seguir pensando en nada mas, eran unos estudiantes que se preparaban para decir lo que habían aprendido, hablaban de la guerra mundial, del librecambismo (¿) , de fases, de épocas, del consenso de Washington, de la guerra fría. ¿Como es que estaban ahí afuera? Si yo me había ido lejos. Sin embargo, la apariencia de las cosas había cambiado, todo era lejano, nublado, nada se entendía. Por fin decidieron irse, pero no por darse cuenta de que me molestaban, eso no les importaba, tal vez ni se habían dado cuenta de mi presencia.
Se daba cuenta que los demás pasaban por al lado como si nada, y ella misma lo hacía todo el tiempo. Sea como sea se fueron, justo cuando empezaba a entender un poco sobre ese sueño en el que despegaba, en el pájaro, en la libertad. La necesitaban. Se lo habían dicho esa misma tarde por computadora.
Todo volvió, otra vez las fábricas sin techo, frías y oscuras, con cavidades secretas que nadie entendía, ni se esforzaba por entender. Se le ocurrió mirar para dentro, desde su soledad inevitable y ansiada, a los que estudiaban juntos los que llenaban las mesas de cosas académicas, de conocimiento, de iluminismo y de chismes, de sentido común. Había dejado todas las mesas ocupadas. Ahora no se distinguía nada. No había nadie, ya no.
martes, 10 de junio de 2008
Consigna ritmo
Tierra que vibra, vibra que raja y quiebra la tierra. Rocas inertes. Agua que no habla con tierra. Poros nutridos de polvo seco. Seca la piel terrestre. Quema la piel seca de luz. Tiza blanca color tierra. Tierra seca, polvo volátil terrestre. Mineral. Globo que viaja despega de la tierra que vibra, viajero color piel, color tierra, sube al globo, cae a tierra. Poros color polvo se abren, se llenan de tierra. Agujero del suelo se traga al globo, al viajero seco y la piel seca. Viajeros se besan, secos, sin boca. Se encuentran, en el agujero de la tierra terrestre color seco. Terrenal toque de polvo y tierra. Estéril amor de tierra. Estéril la tierra de árboles secos, color tiza. Nariz de tiza que se quiebra, piernas duras. Viajeros del globo de sueños del aire de iris, espejismo que ahora es tierra. Viajantes olvidados en sus túnicas, pelean, porque se acaba la tierra, la partícula infinita de materia, que son sus mismos huesos. Se mueven peleando los huesos, lo mas seco, lo más polvo del viajero. Mineral molido. Tierra dura. Hueso. Sed de sal, sal manchada de tierra. Suelo que se quiebra en el camino horizontal que nunca se termina. Viajantes lloran, lloran tierra de sus poros secos, de sus cuerpos sufrientes de tierra. Viajantes que pronto serán inertes. Rocas que tapan los poros, que llenan todo otra vez de tierra. Conversan los átomos marrones que contienen toda la materia, lo que queda, lo que resta, la esencia. Falsa ilusión blanda se vuelve olvido. Dureza. Cuerpo que vino del polvo y polvo vuelve a ser.
sábado, 7 de junio de 2008
Escribir del pensar ( pensar en escribir)
Al comenzar el taller, me preguntaba si realmente se podía aprender a escribir, si no era una capacidad con la que ya veníamos de fábrica. Siempre el escribir me pareció algo muy envuelto de espontaneidad, de intuición. Sigo pensando que lo es, pero ahora también creo que el taller sirve, y mucho. El taller es el esfuerzo consciente de escribir, la obligación de hacerlo, dedicándole tiempo y trabajo a las palabras. El hecho de adquirir la práctica, de meterse en el mundo de los escritores, de conocer la estructura que hay detrás de una historia, del contar, cambia las cosas, hace que superemos el rango de aficionados. Y además de la escritura, uno va ejerciendo el trabajo de lectura desde el código de escritor, con la particularidad de que todo se vuelve vulnerable de ser analizado, y lo que antes leíamos inocentemente ahora lo desmenuzamos. En pocas palabras, el taller nos vuelve sagaces y tenaces, activos y con una mirada agudizada. Ya no hay lugar para miradas distraídas. El taller nos vive pinchando con un alfiler.
Mi escritura me gusta, y a veces la detesto. Últimamente creo que hay cosas que van cerrando en mi cabeza, siento que estoy encontrando un lugar y afianzándome en él, pero eso no quiere decir que muchas veces no me encuentre desbordada y sienta que realmente no puedo con la tarea, que no se escribir. Me parece que el hecho de ir escribiendo cosas posibilita a que cada vez lo hagamos mejor, que vayamos superando errores y cruzando barreras. Me parece una experiencia perfeccionadora. Que uno se va despojando con las cosas que escribe mal, como si fuera una catarsis, y ese paso, ese escribir mal del principio, es necesario para superarse y escribir mejor. Me estoy convenciendo de que hay bastante de prueba y error. En la entrega del primer bloque -bloque entrevista- no logré escribir como hubiera querido; me parece que habiendo hecho esa entrevista (que era la primera), la próxima vez podré hacerlo mucho mejor, porque no voy a repetir las cosas que ya se que hice mal o que no me gustaron, o dejaron conformes.
Además creo que como escritora –o aspirante a…-, tengo una forma trabajar, un tanto caótica pero la única que me funciona hasta ahora, que consiste en ir escribiendo palabras o frases sueltas, en forma de tips, ideas de lo que tengo en la cabeza, que al volcarlas en el papel, me van dejando ver un rumbo, y en base a eso voy encadenando las cosas y armando una cierta estructura. Pero tengo mis tiempos, y creo que se trata de un proceso cognitivo que lleva un tiempo determinado, bastante caótico e incierto, hasta que al fin, cierra. Pero cuesta.
miércoles, 14 de mayo de 2008
empty
Aquí estoy de nuevo en medio de un vacío intelectual. A veces se hace muy fácil escribir, muy natural, muy intenso también, todo fluye. Pero otros días son desastrosos, no sale nada, no puedo nada. Las ideas salen, tímidas, pero ni bien llegan a la pared se estrellan, sin siquiera hacer ruido, sin chispas, como gelatina caen al suelo. Se vuelven otra vez inexistentes.
¿Qué pasa? Un poco de cerebro y la crónica sale. Un poco de rumbo. Nada.
Todavía tengo cosas sueltas de Rodolfo Walsh girando por ahí, frases truncadas, descripciones que no alcanzo, todo sin tomar cuerpo. Pero sería favorable que solamente no tengan cuerpo, eso lo podría lograr con un poco de esfuerzo tal vez. ¡No tienen alma! Tampoco. Y ahí están mis palabras sueltas que no pude convertir en un relato, aunque más no sea, mediocre.
Sin embargo, siento que si desespero todo se va a poner peor.
martes, 6 de mayo de 2008
Incapaces de ver más allá –del humo-.
Hoy el cielo está limpio, casi todos se olvidaron del encantador e indignante gris, pero durante más de una semana el humo sobre Buenos Aires estuvo en boca de todos, y nadie se salvo de repetir los mismos comentarios, que se volvían más y más tontos a medida que se seguían trillando por diferentes bocas vecinas. Esto es a propósito, nos quieren matar a todos, cual veneno suspendido en el aire, imposible de no respirar, cual mascarilla que te implantan en la cara para anestesiarte. Hace muy mal a la salud, me dice un médico amigo. Claro, le respondo, pero…
Los noticieros mostraban casi con regocijo el humo sobre las calles, la panamericana cubierta, los caminos inaccesibles, sus imágenes que se sucedían de gente caminando por la ciudad con los ojos lagrimeando, tapándose la boca con pañuelos, mirando al cielo tratando de ver pasar algún avión, en vano. Todos sufríamos terriblemente, todos impedidos de seguir tranquilos con nuestras ocupaciones, de seguir corriendo detrás de nuestra rutina. Se esperaba que caigan al fin las cenizas, y que el humo desaparezca y deje de molestar. Todos le pedían al señor que llueva, para después pedirle que por favor deje de llover.
El espectáculo comenzó cuando los dueños de algunos campos en Entre Ríos incendiaron sus pastizales para renovar los cultivos, y el vapor del fuego viajó desde el delta del río Paraná hacia nuestras ventanas de Buenos Aires, desprevenidamente abiertas. En seguida empezaron las discusiones sobre la ética. Estos desgraciados que cubren de tóxico toda la ciudad, le escucho decir a una señora amiga de mi abuela, Hace una semana que estamos padeciendo, y el gobierno no sabe hacer nada, dice otra. Se divierten con los debates, en el fondo todos respiramos algo nuevo y eso nos gusta. Son los del campo que lo hacen a propósito. Y siguen resonando los comentarios de una charla que pronto se volverá un debate sobre política.
Nueva tarde de humo. Camino por la calle y siento la atmósfera aislante, no solo visual, sino de temperatura, parece no haber lugar para frió ni calor, solo humo, es un clima, algo suspendido en el aire. Era regocijante sentirse en la nada, en el humo, con ese olor que se te metía en los mas profundo de la nariz, entre medio de los ojos, en el cerebro. Con tanto desvarío estaba bien marearse. Yo hablaba del regocijo con unos conocidos, y me decían que estaba loca. El aire se renueva, porque ahora tiene un color más espeso, y el edificio de enfrente se ve diferente, y otras cosas no se ven, entonces la vista deja de ser nuestra virtud favorita y nos orientamos a agudizar los demás sentidos, que tan bien nos viene. El señor que se quedó atascado en una autopista cortada seguro obtenía ese tiempo para pensar que antes no tenía, y vaya a saber que cosas divagaba en su auto, embriagado del humo que de alguna forma atravesaba todo su cuerpo.
A la gente le encanta quejarse, tanto del humo, que es peligroso y puede causar accidentes de transito, como de no poder transitar por las rutas cortadas por el humo que es peligroso y puede causar accidentes de tránsito, y así pasaba otra razón de discordia, otra oportunidad de manifestarse ante una cámara de TV pidiendo justicia.
jueves, 17 de abril de 2008
Si fuera importante para mi el tiempo...
Me resulta más fácil la distancia. La veo. La ocupo, la elimino.
El tiempo no existe, me decía el otro día. y lo decía convencida!
¿Cómo voy a colocar las palabras?
¿Cómo van, una atrás de la otra?, si se superponen todo el tiempo, si resuenan juntas...
Mis palabras y mi historia. La historia a través de tiempo.
El día que tenga historia, encontraré las palabras y se besarán..
martes, 15 de abril de 2008
¿Qué es una entrevista?
Para la entrevista se requiere de un diálogo, de un buen oído, de un interesante poder de observación, y también de una linda estrategia. Todo esto y más, se necesita para intentar ser capaz de interpretar al otro, de transcribirlo; en el proceso debemos incorporar nuestras propias palabras, ser autor, escritor presente; luego existe un trabajo posterior de acomodar las cosas a nuestro estilo y criterio.
La entrevista, diría que es un “Contar al otro desde uno.” Es una síntesis de las miradas de entrevistado y entrevistador puesta en palabras, síntesis que luego llegará a un lector, el cual aportará el tercer elemento al experimento de voces y verdades. Se trata de la particularidad puesta en común, de un conocer, de un explorar, de un reflexionar. Procedentemente, se trata también de tener paciencia, de volver a escuchar una y otra vez la grabación, -si se usó grabador. De volcar las voces en una hoja, lo que requiere escribir muy rápido y con muchas faltas de ortografía, que serán pertinentemente corregidas luego.
Difícil tarea es la del entrevistador. Es interesante notar que aquellos personajes que han sido entrevistados muchas veces, se encuentran con que, en definitiva, las preguntas son siempre las mismas.
jueves, 10 de abril de 2008
Saludos cordiales
La ciudad a las 9 de la mañana, el pueblo de casas bajas y varios edificios en el centro, -que se multiplican con el paso de los años, y se van erigiendo sobre las casas bajas-, la vereda bañada de la luz protectora de un sol que se aproxima al cenit. La luz de la mañana no se compara, tiene una fuerza que ilumina especial, ilumina de costado, y además dura poco. Asi le gusta a J. caminar, me lo confesó, "los motores se sienten recién prendidos, no están gastados como a las 6 pm, las calles desprenden cierto sudor frío". Por eso le gusta salir a la mañana, aunque la mayoría de las veces está durmiendo y no ve esa luz, debe ser por eso que le gusta, porque es algo que hace poco. Hoy estaba ahí parada, en Mitre y Olavarría, arreglándose el pelo frente a un vidrio, lista para presentarse a la entrevista, nervios no tiene. Por momentos piensa que tal vez se le fueron para siempre, que ahora no le teme a nada, que hoy va a salir a manejar por toda la ciudad. Entró al lugar de la cita, habia tres personas esperando, tres hombres, casi ni la miraron. La recepcionista Julieta la recibió muy cordial, tal vez, J. se esperaba algo más tortuoso. La noche habia sido corta, 6 horas de sueño le hacían despertar con dolor de cabeza, sin embargo hoy estaba radiante.
En los últimos días había pensado mucho en las entrevistas, y en su rol de entrevistadora. Pero esta vez las cosas eran diferentes, la entrevistada era J., y las preguntas estaban prefabricadas, apuntaban a qué es lo que J. sabía hacer. Era por un empleo. "En ese tipo de entrevista no importa mucho lo que tengas para decir, porque lo que hay que responder es un secreto a voces –eso me molesta". M. le había dicho que no se fije en eso, que no importaba, "que sea linda". La entrevistadora se muestra ocupada en ir completando un formulario, las palabras que J. pronuncia son esperables, nada nuevo. No cambia mucho el hecho de que le diga que su hobbie es leer, escribir, escuchar música, la chica podría haber llenado igualmente el casillero con correr o jugar voley, aunque, aun con el poco sentido común que caracteriza a J., sabía que se hubiera sorprendido si la respuesta hubiese sido pensar…
[Fragmento de Historia sobre J., y su problemática sobre la vida social]
martes, 8 de abril de 2008
Narración sobre lectura I.
Hace tiempo estábamos con una amiga en la playa, nos dispusimos debajo de una sombrilla, de frente al mar. Sin embargo nuestra vista estaba atravesada por diversas sombrillas plantadas en la arena, y diversas personas que charlaban, se reían, tomaban mate o se inventaban algún juego para pasar el rato. El momento no era de encuentro con la naturaleza, muy al contrario, era un bullicio de voces, de objetos de colores sobre la arena, de plástico, de lonas. En ese ambiente hay que saber abstraerse para sentir que uno esta disfrutando de algo frente al mar.
Mi amiga y yo habíamos llevado, como los demás, material de lectura, y nos íbamos leyendo una a la otra de nuestros preferidos relatos. Ella me leía algún cuento de Kafka al azar, y yo trataba de seguir un orden y leer uno por uno las piezas de Final del Juego, de Cortazar. Pero lo más sensato era pensar que tendría que elegir mis favoritos, porque ella no me iba a permitir leerle todo el libro completo. Elegí uno, Flores Amarillas, y la playa, así como estaba, con toda esa gente que me molestaba, se volvió un lugar especial. En definitiva no era tanto el mar lo que lo hacía especial, sino ese bullicio, esas cantidades de gente que reducían el espacio a cubículos artificial y accidentalmente configurados. Nuestro lugar se volvía más cálido, y las paginas del libro nos envolvían en una sensación de atmósfera protectora, porque vivíamos la realidad de la playa, pero vivíamos simultáneamente la realidad de un hombre que se creía inmortal, que había encontrado su alterego, un alterego que trascendía el tiempo, y que le permitía vivir para siempre, en otro cuerpo. Algo así decía Cortazar. Y yo leía la página 58 y de reojo, detrás de mi libro sujetado por mi mano, un señor leía el diario, y tal vez pensaba en la inmortalidad, o tal vez no, o tal vez se hacía el tonto y estaba escuchando lo que yo leía.
Por momentos toda la gente que nos rodeaba se volvía una nube indiferenciada, gris como una masa de viento a punto de subir y desaparecer. Nosotras estábamos salvadas, pasando por un momento de satisfacción, compartiendo algo, una sensación, un extrañamiento, que nos alejaba de todos los demás, algo que nadie sabía. En otros momentos era una comunidad, todos nos estaban escuchando y estaban sufriendo como Luc, tomando una copa de vino, lamentándose en un bar. En el fondo eran extraños, en el fondo también, los compadecíamos.
[11/03/08]
lunes, 7 de abril de 2008
Neverness
Un ser tan efímero como profundo..
miércoles, 26 de marzo de 2008
Reflexión sobre el blog y sus formas, figurando un diario -con la cronología temporal que eso implica-.
La disposición de este blog, el formato, resulta algo contradictorio para nuestra tarea. Lo pensé desde el día en que abrí la cuenta.
Me gustaría que al entrar a este espacio binario, los visitantes se encuentren con mi primer día, el día del Buffet. Es decir, en este diario los días se suceden de adelante para atrás, y lo que esta después es lo que estuvo antes. Lo primero es lo último. No es raro que en nuestra posmodernidad lo más reciente sea lo primero, lo más importante, y lo más viejo lo que va quedando eclipsado y en el olvido. Sin embargo, recomiendo leer lo aquí expuesto de atrás para adelante, de abajo para arriba.
Esas fueron mis intrucciones obvias del día.
26/03/08. 01:05pm.
La escuela de Bellas Artes, ahí apuntamos ahora. Eso me tranquiliza, apuntar, significa que tenemos una mirilla, un lugar en donde apostar. Un pie en tierra, aunque el otro siempre ande volando por lugares insospechados, siempre moviéndose dubitativo, arrastrado, perdido.
Tener un par de objetivos y esa pantalla a donde dirigir la mirada genera expectativas.
Ahora hay que saber preguntar, saber a donde dirigir las palabras, saber interactuar de manera satisfactoria con un desconocido, que ni siquiera sabemos si tiene lo que queremos encontrar, y si es que nos lo quiere contar. Me refiero a entrevistar. Para muchos seres seguros, o experimentados en el dialogo indagador se les hará tal vez fácil. Yo nunca entrevisté. Es algo completamente nuevo para mí.
La incertidumbre de lo que nunca hice me lleva a apoyarme en los que lo supieron hacer, y seguramente satisfactoriamente se dijeron a sí mismos, lo conseguí. Por eso leí bastante sobre esos textos que nos dan claves, que nos enseñan el género, -si es que se puede usar la palabra enseñar-. Ulibarri me dio algunas claves bastante buenas, y bastante lógicas también. El procedimiento, los pasos a seguir, la importancia de organizarse, de tener todo previsoramente planeado, de las sutilezas en el preguntar. Armarse un fondo de apoyo, para no estar solos en el momento de enfrentarnos con el otro. De alguna manera estamos solos, pero acompañados por nosotros mismos cuando estábamos menos nerviosos, en nuestras casas planeando los temas, imaginando la figura del otro, el tono de su voz, organizando las ideas. Nuestra propia presencia lejana, del antes, de hace unos días o hasta unas horas –tranquila, sólida, organizada-, acompaña a nuestra presencia real (el entrevistador en acción) –nerviosa, confundida y olvidadiza-; claro que es muy importante que esa presencia nos traiga también un papel soporte, algo que mirar. Y nuestra presencia futura está también ahí, en el grabador.
A mi entrevistada la tengo ya en mente, y dicen que nadie se niega a una entrevista, así que supongo que en unos días concretaré una cita. Sin embargo, hoy hablando de entrevistados con mi mama, le pregunté: Mama, a vos si te quieren hacer una entrevista, ¿Aceptás?, -“No”, me respondió. Y la verdad es que me reí, le dije: “Pero mama, ¿cómo vas a decir que no? Hay que colaborar!”. No me respondió.
martes, 25 de marzo de 2008
Borrame
Concienzuda, que fea palabra, la diría mi abuela. Pero mi abuela también sabe decir esas palabras que me parecen tan raras por estar tan distantes en el tiempo pero a la vez tan fabulosas. Todavía no entendí muy bien lo que es la conciencia, y menos lo que es ser una persona digna de ella, supongo que la conciencia es eso que nuestro cerebro por si mismo trata de eludir, y ahí es cuando nosotros amenazamos al cerebro, y así quedamos. Además la conciencia se mezcla con la ética, la conciencia ética, es en realidad el mismísimo sustento de la conciencia. Todo este palabrerío poco importa, porque, en fin, ni a mi me importa, ni siquiera me esfuerzo en decir algo inteligente. Lo que me importa dejar en este escrito es una reflexión, una inquietud, un pensamiento que tal vez su único fin sea intentar marcar límites, como todo, guiar comportamientos, decidir qué es lo que hay que hacer, y cómo hay que hacerlo.
¿Hasta donde podemos mirar a los demás y quien nos da el permiso?
¿Cuanto puedo yo escribir de una persona que conoci ayer? ¿Y que conoci hace 3 años? ¿Cuántas horas podría pasarme escribiendo sobre Stephen? ¿Cuánto de todo eso él me dejaría mostrar? ¿Cuánto me gustaría que Stephen escribiera sobre mí? Me encantaría que escribiera sobre mí.
Me parece que al que escribe le conviene hacerse el tonto, enmascarar las cosas. O remitirse a dar opiniones sin intentar describir la realidad. Nos la pasamos hablando de los demás, de conocidos y de completos extraños, de gente que ni siquiera sabemos si es real, de gente que aparece en los sueños. ¿Y cuánto de todo eso podemos escribir?
Por mí, sería ideal que nadie hable de nadie, que nadie busque nada, que nadie se conozca.
lunes, 17 de marzo de 2008
10/3/08. Mis espacios en blanco.
Las 11 de la mañana, me despierto con un mensaje que alguien me manda al celular. Me acuerdo de algo.
Mis espacios en blanco. Comenzaría este día lamentándome por mis circunstancias, pero acaso ya se me hizo una manía la autoinsatisfacción, la supuesta estrechez de mis posibilidades. Bla bla, el papel de víctima no me gusta, no lo encarno. No. Y sin embargo…
Los espacios en blanco son todas esas cosas que no hago. Todas esas que siento que tendría que estar haciendo, y así es como me cuesta hacer algo que me piden, como narrar una experiencia de una lectura, contar algún sentir, un momento de revelación, algo que me surgió al estar escribiendo alguna cosa. ¡Pero si yo no soy escritora! No soy cuando no quiero, cuando me abundan los espacios en blanco, se multiplican y me van invadiendo. Es todo un tema hacerte asiduo en algo, dejar de guiarte por los raptos de ganas que solo vienen cuando quieren, porque en definitiva ¿quién se maneja a sí mismo?
Voy a empezar por un recuerdo.
08/3/08. I. El buffet.
Ayer durante una hora me la pasé pensando preguntas para hacerle a mi entrevistado.
La cita era en
El comedor de